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Esta mujer, hermana de mi padre, se prometió y casó con mi Abuelo Hermegildo,
después que éste perdiera su primera esposa, Andrea Herrera, con quién procreo
siete hijos, entre ellos mi Madre Belén María.
Así ingresó esta noble mujer a una familia destruida y
desecha por el dolor, para tratar de alguna manera, suplir las carencias que
tenían mi abuelo y su descendencia.
No fue fácil, rechazada por algunos, admirada y querida por
otros. Nunca la escuché quejarse. No sé si estoy en lo cierto, hay muchos
vacíos, falta de comunicación y la diferencia de edad que cuando se es joven no
se piensa ni ven las cosas, no se pregunta cuándo se tiene la oportunidad y
luego, cuando queremos saber, nos surgen mil preguntas que ya nadie puede
responder, así que sólo nos dedicamos a tratar de descifrar y crear historias
de las vivencias, a nuestra manera, de lo que vimos o lo que recordamos,
sabiendo que dos personas pueden vivir la misma situación y no verla de la
misma manera.
Es curioso, pero conocí más a mi tía abuela en un viaje que
hice con mi Madre (uno de los pocos viajes que pudo hacer en su vida), y con mi
tía Cristina, su hermana, quienes fueron separadas desde pequeñas. Me gusta
pensar que ese viaje fue el regalo más
grande que tuvieron ambas, separadas, con un montón de hijos y obligaciones,
sólo se podían ver en contadas ocasiones y cuando lo hacían era tan escaso el
tiempo para hablar de sus cosas que ahora me parece injusto.
En ese viaje, mi madre y su hermana después de salir de
compras y recorrer las calles de New York, al llegar al hotel se quedaban
hablando de su niñez, de sus vivencias, de sus vidas, ... yo sólo escuchaba y a
veces no entendía o no sabía de quién hablaban y en la mayoría de las ocasiones
me quedaba dormida mientras ellas ponían los “chismes” de sus vidas al día. Pero
una noche, una noche supe perfectamente a quién se referían, hablaban de mi Tía Abuela
Pastora.
No daré detalles, pero me enteré que entre los hijos de
Hermegildo había quién la detestaba, es lógico cuando se piensa, era la madrastra, los hijos no podían entender, ... creo que nadie puede entender la pérdida de una madre y mucho menos que se pretenda
reemplazarla. ... Al escuchar aquella conversación, yo me cree mi propia historia
sobre mi Tía Abuela, … no es raro en mi, tengo la extraña peculiaridad de
ver y pensar diferente al resto de los
mortales, así que hoy escribiré sobre lo que yo pienso que fue la vida de mi Tía Pastora, o de la película que me cree sobre ella y su vida.
La recuerdo, siempre trabajando, consentidora de mis
hermanos, especialmente de mi hermano mayor, Manuel, que solía pasar por su
casa y comerse los plátanos que ella cocinaba y dejaba allí como al descuido,
como a sabiendas que él pasaría por allí para comérselos. Así era ella,
pendiente, cuidando, consintiendo, pero sin protagonismo alguno.
Fue una mujer con los pensamientos más nobles y honestos de
los que tengo constancia en mi familia. Creo que ella hizo el compromiso al
casarse con mi abuelo de ayudar en la crianza de sus hijos, y casi me atrevo a
afirmar que cumplió esa promesa, mejor dicho, me encanta pensar que esa mujer
humilde hasta el infinito, cumplió la promesa y su misión de vida, sin importar
el trato que recibió de algunos de aquellos de quién tanto se preocupa; del desprecio y las acciones legales
que pretendieron tomar algunos al fallecer mi abuelo. Bueno, no se qué pasó por
su cabeza, no se cuáles fueron sus pensamientos al respecto, pero me encanta
pensar que estaba tan comprometida en cumplir su promesa y no desviar el
camino, que no se dio cuenta de que lo que le hacían.
Me gusta pensar que Pastora cumplió su misión de vida, que ella
cuidó de esos hijos y se aseguró de ello hasta el final de sus vidas. Pastora falleció
después que enterró a todos los que permanecieron cerca de ella. Sólo dos de
aquellos hijos sobrevivieron a ella, los dos que mi abuelo no les encomendó que
cuidara.
Charlando en una ocasión con mi madre, me comentó de la osadía
que había hecho aquella mujer. No entiendo porqué, algunas personas la veían
como incapaz de salir de su casa o de hacer algo sola, cuando en realidad, o en
la realidad que yo vi o la que yo cree, todo lo hizo sola, sin preguntar y sin pedir
ayuda a nadie, por eso, justamente por eso, es la inspiradora de mis días.
Para no desviarme del tema, el cuento es que en una
oportunidad uno de sus hijos, de los tres que tuvo con mi Abuelo, se enfermó; Alberto
cayó gravemente enfermo, le detectaron que tenía hongos en los pulmones, no se
sabía si sobreviviría, así que tuvo que ser internado en un hospital en la ciudad,
aquí, debo aclarar que mi Tía Abuela vivía en una montaña, lejos de la ciudad,
una montaña con unas características especiales, el transporte no existía en
esa época, sólo algunos vecinos tenían coche para desplazarse, la carretera era
de tierra y a 2.100 metros de altura aproximadamente, lo que hacía casi
imposible ir caminando a la ciudad.
Pero, ¿cómo mi Tía Abuela podía estar sin saber de su hijo?,
… no me puedo imaginar lo que pudo pasar por su cabeza, el grado de
desesperación al saber que Alberto estaba sólo, gravemente enfermo en un
hospital tan lejos de ella. No se supo cómo lo hizo, .. pero un día, se levantó, y
de alguna manera llegó a ciudad, quizás pidió el aventón a algún vecino para,
desde el pie de aquella montaña, decidir tomar un taxi, y sin saber, si quiera
dónde estaba el hospital, pidió que la llevara allí, para saber y ver a su
hijo.
Lo que me extrañaba de aquella historia que me contaba mi
madre, era percatarme que al parecer nadie la veía capaz de hacer aquel viaje,
pero, … me gusta pensar, que una madre, y una madre que lleva el apellido Deniz(s) es capaz de todo por sus hijos, y esa fue una prueba de ello, porque no importa cómo
te vea el resto del mundo, la verdad es que somos mucho más de lo que otros
piensan de nosotros y el amor, dicen mueve montañas… quizás las montañas de
miedo que en ocasiones nos paralizan, pero que ella movió.
A mi Tía Abuela Pastora, con el mayor de los respectos y con
una gran admiración, a una gran mujer que supo conservar la distancia y la
discreción, pero nunca perdió el interés y siempre estuvo pendiente de cuidar a
quiénes les encomendaron, para ella con todo mi cariño.